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EVOCANDO A GLORIAS DEL PASADO.
Por: David Alberto Badillo.
En múltiples ocasiones hemos establecido lo inútil que resultan las comparaciones entre deportistas (tratándose de épocas distintas).
Sin embargo, a raíz de lo ocurrido en los últimos días con el piloto mexicano de la escudería Sauber, Sergio “Checo” Pérez, me parece pertinente establecer un parangón con la trayectoria de los otros pilotos mexicanos que han incursionado en la Fórmula 1, particularmente con Pedro Rodríguez, el más prominente de los pilotos mexicanos.
Si Sergio Pérez igualará o superará las marcas y el furor que ocasionó Pedro Rodríguez en la época romántica del automovilismo deportivo, únicamente el tiempo nos resolverá la duda, todo indica que sí, que en efecto “Checo” tiene todo para convertirse en el piloto mexicano número uno en la historia de la Fórmula 1.
Pero no va de más recordar de manera muy breve, la destacadísima labor de Pedro y Ricardo Rodríguez, y de paso lo hecho también por Moisés Solana en la década de los sesentas e inicios de los setentas. 
También merece ser mencionado Héctor Alonso Rebaque, que años después incursionó en la máxima categoría del deporte motor.
Recordemos primero a Ricardo Rodríguez, quien para muchos contaba con más talento incluso que el mismo Pedro.
Ricardo murió a los 20 años de edad, para ser exactos el 1 de noviembre de 1962.
Su muerte se produjo en el primer gran premio de México, gran premio que no fue puntuable y en el que no participó Ferrari, que era su escudería.
El detalle de la negativa de Ferrari para correr el primer gran premio de México resulta fundamental en la terrible fatalidad de la historia de Ricardo Rodríguez y del automovilismo deportivo.  
Al no contar con auto, y al ser el máximo atractivo del gran premio, consiguió un permiso  para correr con Lotus.
Murió durante el primer día de prácticas al incrustarse contra el riel de protección de la curva peraltada, tras una falla en la suspensión.
La consternación por la muerte del joven mexicano fue absoluta  y la imagen de su trágica desaparición pervive en la mente de muchos seguidores http://www.youtube.com/watch?v=orX_Y5-h6iY.
A partir precisamente de la muerte del piloto mexicano, el autódromo recibió el nombre de Ricardo Rodríguez, posteriormente, a la muerte de Pedro, se llamó Hermanos Rodríguez.
Nunca se subió al podio, pero se trata indiscutiblemente del primer gran ídolo mexicano del automovilismo.
Moisés Solana nació en 1935, nunca subió tampoco a un podio, además se trata del mexicano con mayor edad en debutar en Fórmula 1.
Moisés perdió la vida el día 27 de julio de 1969, durante el HILL CLIMB VALLE DE BRAVO-BOSENCHEVE, Edo. de México.
Participó en la Formula 1 de 1963 a 1968, el palmarés quizás no es tan sobresaliente en cuestión de puntos, pero los equipos para los que participó cualquiera los envidiaría, Lotus, Ferrari, BRM y McLaren fueron sus escuderías http://www.youtube.com/watch?v=F2JL3w0FGEU.
Héctor Alonso Rebaque participó en la Fórmula 1 de 1977 a 1981, sus mejores actuaciones fueron tres cuartos lugares y jamás subió al podio.
Debutó a los 21 años en la máxima categoría, destaca el dato de haber tenido su propia escudería en la Fórmula 1, además vio acción con Brabham y con Hesketh Racing.
Lo que hicimos hasta aquí, es mencionar a los otros pilotos mexicanos, al decir “otros” le quitamos cualquier sentido peyorativo.
Lo realizado por Héctor Rebaque y  Moisés Solana, participando no solamente en Fórmula 1 éstos, y sobre todo lo hecho por Ricardo Rodríguez  en su efímera carrera, es absolutamente digno y encomiable.
Sin embargo la huella que sigue, o al menos con la que se le compara a Checo Pérez, es con la de Pedro Rodríguez, el gran ídolo del automovilismo en México.
Pedro Rodríguez conquistó siete podios y ganó un par de grandes premios, el primero en Sudáfrica el 2 de enero de 1967 y el segundo el 7 de junio de 1970 en el legendario circuito belga de Spa-Francorchamps http://www.youtube.com/watch?v=EOZQ1yk7Ufw.
El primer triunfo lo obtuvo a bordo de un Cooper-Maserati y el segundo a bordo del legendario BRM.
Compitió en Fórmula 1 de 1963 a 1971, año en el que obtuvo su último podio, en Holanda, por cierto detrás del Ferrari del belga Jacky Ickx http://www.youtube.com/watch?v=ege2qfYuAuM.
A parte de las escuderías con las que ganó carreras, también manejó para Lotus y Ferrari http://www.youtube.com/watch?v=9fe3H8MJ0TY&feature=related.
La leyenda de Pedro Rodríguez se construye a la par del fervor y la pasión que fue paulatinamente encontrando el automovilismo deportivo, particularmente la Fórmula 1 en nuestro país.
El gran premio de México y el impulso directo del Presidente Adolfo López Mateos, tuvo mucho que ver con el arraigo y la popularidad que alcanzó el deporte motor.
A la edad de Sergio Pérez, Pedro Rodríguez no había debutado en Fórmula 1, sin embargo el legado de Pedro y el que está construyendo Sergio, no se circunscriben a temas de edad o de escudería, los dos grandes pilotos mexicanos son un oasis de resultados para México en una categoría tan competida y elitista.
La gran época del automovilismo en México fue aprovechada a cabalidad, ojalá que el nuevo ciclo de oro del deporte motor en nuestro país no pase inadvertido.
Se ha escuchado en los últimos años del interés por realizar un gran premio de Fórmula 1, la puerta de entrada y el pretexto perfecto para concretarlo es precisamente la destacadísima actuación de mexicanos en las pistas internacionales, porque no solamente se trata de Checo, detrás de él viene también una camada espectacular de corredores.
A mí en lo personal amable lector me da un orgullo tremendo ver a los nuevos pilotos mexicanos.
Se trata de figuras arquetípicas del joven mexicano. Es decir tipos desinhibidos, capaces, competitivos, arrojados, y sobre todo, centrados. Y digo centrados, porque lo pudimos constatar con Sergio Pérez, cero demagogias y cero masiosare, agradeció a quien tenía que agradecer y desde la rueda de prensa al final del gran premio de Malasia, en pleno éxtasis, parece que ha trazado los planes y el recorrido por el circuito de la vida de un piloto ganador.
Disfrutemos el momento, no lo arruinemos con patéticos actos de chauvinismo exótico, y tampoco lo envenenemos de nuestro proverbial malinchismo.
Es competitivo y es ganador, sí, pero no tiene porque cargar como el pípila con una enorme piedra imaginaria.

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