FAVELAS VS FUTBOL
Por:
David Alberto Badillo
En Portugal, madre
patria de Brasil, existe algo conocido como la triple efe nacionalista. Fátima,
fado y futbol. Fátima por la virgen más importante de los portugueses, fado, la
expresión musical por excelencia de Portugal, y el futbol, que es la gran
pasión deportiva de aquella región de la península.
La pasión por la
música, el catolicísimo acendrado y el gusto llevado al grado del deleite, por
el futbol, fue heredado a la colonia americana de los lusos. Porque cuando se
piensa en futbol se piensa en Brasil, cuando se habla de Brasil se tiene que
hablar de futbol.
Los niños en Brasil
nacen con el balón pegado al pie. Todos tienen algo que ver con el futbol, al
menos manteniendo inquina por él. Inadvertido jamás será el soccer para el
pueblo brasileño.
El balompié forma
parte del patrimonio, y no nada más deportivo, también cultural. A diferencia
de países en los que el futbol ocupa un lugar importante mediáticamente, o se
le concede un espacio fundamental por lo que comercialmente significa, en
Brasil el futbol es religión. Ocupa un lugar determinante en su proyección
histórica a nivel internacional.
Los ingleses lo
patentaron, lo inventaron. En ese sentido, son los creadores, Inglaterra es la
meca. Pero el máximo ganador de mundiales de la especialidad es Brasil.
Brasil viene siendo
la basílica del futbol. El scratch es el equipo favorito por antonomasia del
deporte más popular del mundo.
Sin embargo en un
país tan grande como Brasil, territorialmente casi como un continente, con sus
más de 8 millones de km² y
en densidad de población el sexto del mundo con más de 190 millones de
habitantes, era imposible unificar el gusto por una manifestación deportiva,
por el futbol.
Precisamente el
tamaño gigantesco del país, ocasionó que el tema del transporte público fuese
un dolor de muelas constante para su gobierno, para la FIFA (Federación
Internacional de Futbol Asociado) y para el COI (Comité Olímpico Internacional).
La dificultad
esencialmente giraba en torno a la logística de transportación durante la copa
confederaciones, el mundial de futbol y los juegos olímpicos, pero para los
visitantes. Es decir, el problema no era de costos, sino de infraestructura.
Habían medido lo
difícil que sería transportar a los visitantes, problema que por cierto aún no
se ha solucionado. Olvidando mientras
tanto, el malestar que ocasionarían con su propio pueblo.
Miles de
manifestantes, en especial universitarios, han salido a las calles de todo
Brasil para mostrar su aversión al derroche de un país que no está en condiciones
de hacer este tipo de inversiones.
El pleito no es
contra el futbol, ni contra la copa confederaciones, el mundial, o los juegos
olímpicos. Las manifestaciones van contra los políticos brasileños, no son
contra el deporte.
El mundial y los
olímpicos de Lula da Silva fueron un sueño hermoso. El duro despertar le ha
tocado a la presidenta Dilma Rousseff. Ella ha tenido que encarar las
protestas, y seguramente al mismo tiempo, la presión para que en Brasil todo
llegue a buen puerto en cuanto a los eventos deportivos.
Quizás las
manifestaciones, en principio pasivas, se tergiversaron por grupos radicales
que han incrementado la acidez de las protestas y los conflictos en las calles.
De cualquier forma
las primeras inconformidades, y las más elementales, no por ello
intrascendentes, emanan del pueblo. Son reclamos genuinos de una población que
ama el futbol y el deporte, pero que va desvelándose ante sí, el costo enorme
que significará pagar las fiestas que vienen.
“La corrupción
también es vandalismo”.
La frase que venía en
una pancarta de los manifestantes parece ser lapidaria. El pueblo, los
manifestantes ya no se encuentran desprovistos de toda la información, ya no
están tan a ciegas como antes. Conocen lo que sobrevendrá económicamente para
su país.
El costo de los
países subdesarrollados cuando se aventuran a organizar un evento así es
insufrible. La FIFA y el COI lo sabían al momento de designar a Brasil como
sede de estos eventos.
En medio de las
protestas: el balón. Juegan Brasil contra Uruguay y mañana España contra Italia. Ambos
partidos tienen que ser considerados clásicos del futbol internacional, doce
títulos de campeones del mundo son los que disputan las semifinales de la copa
confederaciones. La comparsería se fue, los equipos malos ya no están.
Ahora quedarán en los
últimos días de actividad en Brasil, por el momento, dos cosas. Manifestaciones
y buen futbol, ojalá prevalezca lo segundo y se hable más de deporte que de
política.
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